
Llegamos al portal de mi eidificio y me despedí de Mamá con la promesa de vernos mañana sin falta para relajarnos y tomarnos un domingo sabático. En las bondades de mi masajista favorita estaba pensando yo cuando al ir a abrir la puerta no encontré las llaves por ningún sitio. Miré en todas las bolsas, vacié mi bolso en el suelo en un ataque de pánico y nada. Nada de nada. ¿Dónde se habrían metido? Corriendo, llamé a mis compañeros de piso para que me abrieran, pero cómo no, no había nadie en casa. Según entendí, Estrella estaba en una conferencia sobre Salvar a las babosas carnívoras; y Alberto, dedicaba su tiempo a no sé qué juego en casa de alguno de los freaks de sus amigos.
Y tal como estaba la situación, tuve que esperarme sentada en el portal con toooodas las bolsas de mis compras (que sumaban más de 500€ sin contar el súper-bolso), preocupadísima porque de vez en cuando se acercaba demasiado algún viandante y posaba su mirada en mis tesoros. ¡Ni os acerquéis! ¡Que todavía están sin estrenar!
Al final, pasadas dos horas en las que le agoté la batería a mi ipod, llegó Estrella tan feliz como siempre y entramos juntas a casa. Hasta me ayudó con las compras. Sólo que cuando vio EL bolso puso el grito en el cielo y me dio un larguísimo discurso sobre la industria peletera y los derechos de los animales.
Pero es que es taaaan bonito...
Vanesa
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